miércoles, 24 de octubre de 2012

El Universo


Mi  cuerpo empezó a ascender ligeramente, poco a poco. La distancia entre mis pies y el suelo era cada vez mayor. Mi cuerpo se difuminaba por momentos. En pocos segundos, mis ojos pasaron de ver mi habitación, a tan sólo ver el azul del cielo. Estaba feliz. Mi mente paso a descansar, sin prisas, sin estrés, vacía de preocupaciones.

Empecé a vislumbrar a lo lejos unas zonas de colores, todas en tonos pastel. Entré en una de ellas. Una vez dentro, todo era felicidad, se respiraba una tranquilidad infinita.

Seguí avanzando sin encontrar nada, no había nada, salía de una y entraba en otra, y no se veía nada ni a nadie. Tan sólo se respiraba un suave olor a flores recién mojadas.

Empecé a pensar donde estaba y en mi cabeza sólo aparecían confusiones. De pronto mi cuerpo semi difuminado siguió ascendiendo. Entré en otra zona superior en la cual se apreciaba una gran puerta. Estaba cerrada, aunque no tenía cerradura. Entré.

Del azul anterior pasó a prácticamente negro. Me asusté. Al volver, la puerta ya no estaba, no existía, se había evaporado como por arte de magia. Una sensación indescriptible recorrió mi cuerpo, o lo que quedaba de él.

Algo tiraba de mis sabanas, yo intentaba retenerlas, mi corazón bombeaba a toda velocidad. Me desperté. ¿Dónde estaba? ¿Qué había sucedido? ¿Quién me tiraba de la sábana? No era un sueño. Alguien estaba allí. 

Yo lo vi.

Volví a ascender. Las puertas se sucedían una tras otra. No había final, detrás de cada puerta volvía a sucederse la misma cadena de secuencias. Mi cabeza no alcanzaba a entender. La presión se me acumulaba en ella. Volví a despertar.

La habitación estaba oscura, intentaba abrir los ojos para observar lo que sucedía a mí alrededor. Quería abrirlos más, pero se negaban. Mi cuerpo estaba alterado, muy alterado, intentaban quitarme la sabana de nuevo. Yo me resistía. Intentaba ver quién era. Se adivinaba su silueta al pie de la habitación. De nuevo volvía a mi consciencia.

No había sido un sueño.

Encendí la luz, me incorporé y al levantarme, la luz cambió de tonalidad. La puerta se cerró. Me asuste.  De nuevo me encontraba en la zona pastel. Intentaba gritar y de mi boca no salía sonido alguno. La angustia me sobrepasaba. De nuevo me desperté.

Por: Abdón Parra López