lunes, 13 de octubre de 2014

La Piscina de los Sueños

Sobre las cinco de la mañana, Alejandra y Samuel saltaron con fuerza a la piscina de sus sueños. Las sensaciones que percibieron en ella fueron indescriptibles. Nadaban y nadaban sin preocupación alguna. No tenían que preocuparse de comer, ni de beber; simplemente nadando era felices.

Todas las mañanas al despertar, la joven pareja nadaba y nadaba sin rumbo fijo. La felicidad en ambos no parecía tener fin. Por las tardes, después de un merecido descanso, los hermanos se miraban mutuamente. El amor que ambos desprendían iluminaba el universo.

Pasaron los días y la pequeña Alejandra venía observando cómo a su hermano le costaba nadar, y se iba quedando atrás. Ella, en su interior, pensaba que se estaba volviendo un poco perezoso, pero la realidad era muy distinta.

A los tres meses de aquel desembarco en la piscina de los sueños, Samuel empezó a no querer nadar con su hermana, o más bien, a no tener fuerzas para hacerlo. Pero su hermanita, con un amor sin igual, siempre buscaba cualquier excusa para hacerlo nadar.

Un dos de septiembre de un año que no quiero recordar, una gran aguja de acero penetró en el pequeño cuerpecito de Samuel hasta dejarlo sin aliento. No le dio tiempo a reaccionar. Su hermana espantada, gritó todo lo que pudo sin que aquellos pequeños pulmoncitos todavía en proceso de desarrollo pudieran alzar su voz.

En pocos segundos, su hermano Samuel dejo de existir, y lo hizo por el mero hecho de que alguien lo decidió por él. Nadie le preguntó si quería volar con su pequeña discapacidad. Nadie le dio la oportunidad de poder expresarse una vez fuera de "la piscina de sus sueños".

Simplemente lo ahogaron en ella; sin más.

Derecho a decidir… ?

Por: Abdón Parra López





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