sábado, 7 de mayo de 2011

La Mirada del padre



Nuestra Sra. De los Dolores.
Dedicado a los capataces
De Sevilla.



Hace ya varios años que salgo a ver la hermosa Virgen que tallara D. Luis Álvarez Duarte para la hermandad que hoy reside en la parroquia de San José Obrero.
Me llena de alegría  y satisfacción observar a este padre como le transmite a su hijo una de las tradiciones mas intensas de nuestra Semana Santa




LA MIRADA DEL PADRE


Al fondo de la calle se veía venir a aquel muchacho con su traje de Domingo de Ramos. Su andar era firme, sosegado y nervioso a la vez.

La luz de la velas hacían resplandecer las hojas de los naranjos, que mezclados con el humo del incienso llenaban de magia la noche. La Virgen caminaba orgullosa por su barrio. Las calles estaban engalanadas para la ocasión, las guirnaldas enlazaban las farolas; pero de pronto, la tensión se dejó sentir.

Su mirada siempre fija en aquellos balcones que parecían darse la mano. Su voz era baja, incomprensible para su pretendida “profesión”. Las miradas se entrecruzaban, se sabía observado. Su andar impasible; sus movimientos bien estudiados. A pesar de su corta edad, eran ya muchos los años observando a su maestro; el mejor de los maestros.

Con decisión golpeó el llamador para arriar al paso. Miró a su derecha con discreción para asegurarse que todo iba bien. Simplemente con la mirada sabía lo que había que corregir. El maestro lo observaba, no le hacía falta más. La confianza en él era plena, pero sus ojos siempre clavados de reojo en el  muchacho.

Al golpe del llamador, la música empezó a sonar con fuerza. Las bambalinas rozaban los balcones. ¡Siempre de frente! Las miradas volvían a cruzarse. ¡Menos paso quiero!, grita el maestro. Una vez mas las miradas se cruzaban, la tensión se palpaba, la música se para. Sólo los palillos del tambor se escuchaban en el silencio que provocaba la estrechez de la calle.

El sonido de las bambalinas se escuchaba tras golpear con los varales, mezclados con el palillo firme de músico y el siseo de la gente que acallaba a unas voces que se oían tras la banda.

El muchacho retrocedía con decisión. El andar de los costaleros apenas se notaba. El fervor de la gente y los aplausos eclosionaron con fuerza cuando el último varal libró el último de los escollo de aquellos balcones que parecían puestos allí para la ocasión.

El padre se acerca; el hijo se percata de su presencia, el padre le susurra al hijo, el hijo siempre con la mirada en el palio. Todo con discreción absoluta. Todo va bien.
Un año mas las miradas mas cómplices de la Semana Santa salieron a la calle.


Por Abdón Parra López.

Sevilla, Enero de 2.011
 

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